Primeros días de lactancia ¿Cómo sé qué todo va bien?

Algo que nos preocupa a todas las madres primerizas durante los días previos al parto y primer encuentro con nuestro hijo es si sabremos cuidar correctamente de nuestro bebé. Si cuando lleguemos a casa con él en brazos sabremos cuando llora porque tiene hambre o porque tiene sueño, si nos apañaremos para bañarle (con lo pequeños que son) y, por supuesto, si podremos darle el pecho.

Con tantas historias a nuestro alrededor de lactancias fracasadas, de “mi leche no alimenta”, “no me subió la leche”, “se me retiró a los tres meses”, etcétera, etcétera, es normal que los miedos vengan a nuestro encuentro en esta etapa. ¿Cómo podemos superarlos y confiar en nosotras y en nuestra capacidad de amamantar? Con una buena información y un buen apoyo. Los dos pilares de la lactancia materna.

Es imprescindible que sepamos algunas cosas.

La lactancia precoz (primeras 2 semanas) y frecuente estimula la creación de los receptores de la prolactina, que son los que regulan la producción de leche. Por ello, es imprescindible que durante los primeros días pongamos al pecho a nuestro bebé tanto como podamos y él requiera. Será el bebé el que regule su apetito pero nosotras debemos estar atentas a las señales que nos envía.

  • Si se deja a un recién nacido piel con piel encima de su madre, el solo reptará, buscará y se enganchará al pecho. Es algo increíble cómo un ser tan pequeño y recién llegado a la vida cuenta con los mecanismos necesarios para su supervivencia. Que no os separen.
  • Después nos mostrará su apetito mediante bostezos, mo­vimientos oculares, chupeteo o búsqueda con la cabeza, chupándose el puño… Debemos poner al niño al pecho cuando observemos estas señales y aún esté tranquilo y no esperar a que esté llorando de hambre.

Cuanto más se vacía el pecho más rápido se llenará. La cantidad de leche generada reflejará el apetito del bebé y no la capacidad de producción de la madre, por eso la lactancia materna debe ser exclusiva y a ser posible sin interferencias de chupetes y otras tetinas (al menos, hasta que hayamos establecido la lactancia, primeras 4 ó 6 semanas).

Para realizar el seguimiento y saber si la transferencia de leche está siendo la esperada, el peso suele ser el indicador de referencia. Pero no todos los niños se ajustan a las tablas y no solo las tablas nos dan idea de si va todo bien. En la alimentación con lactancia materna también hay más cosas que nos dan pistas:

  • Que moje pañales
  • El número de tomas (de 8 a 12 diarias) y que no se adormile y deje de mamar enseguida.
  • Que esté contento e interaccione.
  • Que coja peso, pero sobre todo que no pierda. Cuando pesamos semanalmente a veces vemos que una semana no ha cogido nada. Ha podido ser por un catarro, un pequeño estancamiento… Es mejor tener calma, y esperar a tener más medidas antes de meter un biberón que nos puede minar la confianza, que al final es lo más importante para tener una lactancia exitosa.

Y por supuesto también es imprescindibles que nuestro círculo de confianza conozca nuestra intención de dar teta a nuestro hij@ y nos dé la fuerza que nos falte en los momentos de flaqueza. Lo harán mucho mejor si cuentan con información (les puedes pasar este post, por ejemplo). La lactancia también tiene momentos duros y será ahí cuando nos tendrán que sostener. Superar las dificultades que nos iremos encontrando también dependerá de tener una buena información y preparación para afrontarlas. Pero de todo esto hablamos otro día.

Si quieres dar lactancia materna, adelante, toda mujer sana es capaz de amamantar (íncluso la OMS lo recomienda en madres desnutridas) y la conexión que estableces con tu hijo a través del pecho es una vivencia que no podrás olvidar. La satisfacción de saber que le estás dando lo mejor de ti: tu alimento, tu inmunidad, tu cariño, tu seguridad y tu amparo. La teta será algo que siempre os mantendrá unidos y de lo que podrás sentirte muy orgullosa.

Pero la lactancia a veces no es fácil, y si llegamos a los mínimo 2 años que recomienda la OMS este tiempo da para mucho, crisis o mastitis quizás sean las complicaciones más conocidas, pero hay muchas más que ya os iremos contando.